{En capítulos anteriores}
Estuvimos toda la mañana andando y yo estaba empezando a
cansarme de tanto andar. Justin me animaba a seguir. Me decía que no faltaba
mucho para llegar a un sitio especial y en un momento dado me tapó los ojos y
me guió por la espesura del bosque. Comencé a oír el sonido de una cascada y al
llegar el supuesto sitio, Justin quitó sus manos de mis ojos. Tras
acostumbrarme a la luz un alargado ‘¡OH!’ salió de
mis labios.
{Capítulo 20; Esto no es el adiós}
— Esto es precioso — dije en un suspiro.
Nos encontrábamos en un bonito prado, parecido al que salía
en el película “Crepúsculo”, pero aquí había una enorme cascada que daba a un
riachuelo de agua cristalina. La luz del sol atravesaba las ramas de los
árboles para darle a la bella explanada una bonita sensación de calidez. Lo que
más predominaba en ente paraje era la gran cantidad de flores que había, todas
de variados y vivos colores que le daban un toque de frescura y belleza al
ambiente.
No lo dude ni dos segundos, saqué mi cámara y le hice varias
fotos al hermoso paisaje no quería perder ese paraje nunca, algo tan bonito
debía de ser recordado para siempre. Me giré para mirar a Justin que me
observaba con una amplia sonrisa, no pude evitar sentir como la sangre se
acumulaba en mis mejillas provocando que esta se sonrosaran.
— Por el rubor de tus mejillas puedo notar que te ha
encantado este sitio — dijo provocando que me pusiese más roja todavía.
Solo una persona más había logrado que mi cara se
convirtiese en un autentico tomate y no, no me refiero a John, sino a
alguien que dejé en España, alguien a quien no quiero recordar, pero eso es
otra historia.
Estuvimos toda la mañana tirados en la hierba riendo y
haciendo el tonto. Nunca pensé que esto pudiera pasarnos, cuando nos conocimos
nos odiábamos, bueno, miento, yo le odiaba y siempre me decía: “Jamás me
gustara”, que ingenua era y que insistente fue él. Le mire y no pude evitar
sonreír. Había cerrado los ojos para poder empaparse del olor que desprendían
las flores, pero notó que le miraba y me dedico una cálida sonrisa seguida de
un crujir de tripas. No pude evitar soltar una carcajada.
— Será mejor que nos vayamos, por tu estómago debe de ser
ya la hora de comer — reímos y volvimos a la cabaña con “Doble C”.
El resto del fin de semana lo pasamos entre amigos, con
bromas, risas, comilonas, amor y cariño. El domingo a medio día — tras la
comida — hicimos las maletas y regresamos a la ciudad. Yo me había puesto
delante con Justin y los cuatro comentábamos animados todo lo que había pasado
en el fin de semana, lo más frecuenta era mi relación con Drew. “Chismosos…”,
pensaba entre risas. Cuando estaba quedándome dormida Justin sacó un tema de
conversación que no podía perderme.
— El Martes comienzo la gira de promoción y eso significa
que no nos veremos hasta Navidades…
— Y yo volveré a Canadá — dijo Christian cabizbajo.
— Chicos, no os preocupéis, os esperaremos.
—¡Por supuesto! Podemos ahorrar para ir a Canadá con
vosotros para las fiestas — afirmó Cristina.
— ¡Ah no, no, no! Me niego — saltó Bieber —. Yo me
encargaré de llevaros a vosotras y a vuestra familia.
— ¿Estas tonto? Yo si que me niego a que hagas eso — dije
mirándole con el ceño fruncido.
— No tratéis de convencerle, es un cabezota y como se le
meta algo entre ceja y ceja no hay quien le haga cambiar de opinión — iba a
replicar pero Christian volvió a interrumpirme —: Yo que tú no seguiría
intentándolo, al final te ignorará.
Todos estallamos en carcajadas por la cara que puso Justin.
Una vez nos relajamos me quedé dormida para el resto del viaje. Cuando llegamos
los padres de Cristina la estaban esperando en mi portal. Nos despedimos de
ella y entramos al edificio. Christian se fue al piso de Justin, pero este me
acompaño hasta mi casa. Nos quedamos abrazados en el rellano un buen rato y
cuando nos separamos me miró a los ojos y me dijo algo que no me esperaba:
— Prométeme que no harás caso de los
rumores acerca de mi.
— ¿Qué? Justin, ya sabes que yo no me creo
nada de lo que diga la prensa. Me fio de ti — sonreí —. Pero hay algo que
quiero preguntarte...
— Claro, dime.
— Entre Selena y tú... ¿Hubo algo? — Justin
abrió los ojos como platos —. Es que yo... Bueno os vi besándoos cuando conocí
a Christian y yo...
— Shh,
no digas nada. Entre ella y yo jamás habrá nada. Jamás — aseguro recalcando esa
última palabra.
Nos miramos a los ojos por unos segundos y nos acercamos
lentamente para fundiros en un dulce y cálido besos que pronto tornó a
apasionado, pero mi hermano apareció repentinamente por la puerta y tuvimos que
separarnos rápidamente con la cara roja. Pero, ¡¿es que nadie en mi familia me
iba a dejar vivir mi vida personal sin interrupciones?!
— ¡Lo sabía! ¡Sabía que terminaríais juntos! — anunció
animadamente y a voz en grito provocando que el rubor de mi cara aumentaba
hasta volverme un pequeño tomate cherri. Mis padres salieron al rellano tras el
grito de felicidad y nos miraron sorprendidos a Justin y a mi.
— Osea que es verdad… — dijo mi padre pensativo.
— El amor siempre encontrará un camino — afirmó mi madre
con una gran sonrisa. “¿Eso no es una
canción?”, pensé —. Vamos a dejar que se despidan, no se verán en mucho
tiempo. Hasta pronto, Justin.
Este se despidió con la mano y con una tímida sonrisa
dibujada en su rostro. Los tres se metieron en casa, pero tenía la sensación de
que observaban la escena tras la mirilla de la puerta. “Cotillas”, pensé. “Definitivamente
mi familia no es normal”. Miré a Justin, que aun seguía colorado, y no pude
evitar reírme aunque, claro, yo no era la más indicada porque esta igual o más
roja que él.
Estuvimos en silencio un buen rato, aun estaba desconcertado
acerca de lo que había pasado con mi familia. Nos había pillado a los dos por
sorpresa, pero seguramente a él más todavía, yo podía imaginármelo, al fin y al
cabo he vivido con ellos durante mis quince años de vida.
— ¿Esperarás por mi? — preguntó rompiendo el silencio.
— Aunque eso signifique la muerte — rio ante mi tono
dramático y se acercó a mi para besarme nuevamente. Una última vez antes de
marcharse. Una última vez antes de no volver a verle.
Entré en casa y observé que mi padre estaba leyendo el
periódico del día anterior al revés, mi madre fregaba frenéticamente un plato
que no necesitaba ser limpiado y mi hermano simulaba que zapeaba en la
televisión. Rodé los ojos con una sonrisa y me fui a mi habitación a dejar la
maleta.
Una vez allí me tumbé en la cama suspirando. Me dio un
ataque de felicidad, de esos en los que sientes mariposas por todo el cuerpo y
no puedes evitar reírte como una idiota. Pues si, exactamente eso me paso a mi.
Desde ese día mi hermano no paró de darme la paliza en
cuanto a mi beso con Justin, prácticamente todas nuestras conversaciones eran
acerca de él y a veces saca el tema sin venir a cuento. Mis padres trataban de
no hablar de ellos, pero cuando estábamos en la comida o la cena y mi hermano
hacía la gracieta de turno, no podían evitar soltar una risita tonta a la que
yo contestaba un una mirada asesina.
Los meses pasaron lentamente, las clases se hacían más
agobiantes y pesadas. Tuve algún que otro problema con Melissa por haberme
hecho amiga de Cristina, se había enterado de nuestra pequeña salida campestre
por una revista de cotilleos, así que decidimos no volver a hablarnos, bueno,
en realidad fue ella la que lo decidió. Con John no pasó mucho, aunque tuvimos
unos cuantos encontronazos, lo bueno es que salí airosa de ellos. Mi relación con
Cristina y el resto de mis compañeros iba viento en popa, todos eran increíbles.
¡Oh! Bueno, seguramente os preguntareis por Taylor. Hablamos
por teléfono alrededor de dos horas y quedamos en que solo seríamos amigos, no
podía permitir que sufriera por mi culpa. Él estaba preocupado por si no podría
olvidarme, pero a alguien como yo se la olvida en seguida. Y así quedaron las
cosas con él, nada importante.
Cuando los exámenes ya habían terminado y se acercaban las
vacaciones de Navidad había comenzado a salir al balcón para ser la primera en
verle llegar. Solía quedarme hasta muy tarde, cuando comenzaba a sentir que los
músculos se entumecían y una noche, al empezar a congelarme de fio y con los
primeros copos de nieve, vi como un lujoso coche se paraba enfrente del
edificio. De él salió una persona con calva y
barba postiza. Rei para mis adentros saliendo a toda pastilla de mi
cuarto para ir a la puerta pasando por el salón. Cuando mi padre me vio
preguntó:
— ¿A dónde vas? Es muy tarde.
A lo que simplemente contesté:
— Ha vuelto.
Baje corriendo los escalones y me plante en el portal con
una gran sonrisa. Me esperaba de pie con una gran sonrisa.
— ¿Ya echaba de menos esta calva y barba postizas?